UN ARTE ALTERNATIVO Y UNA EXPOSICIÓN EN CONTRA










Por María Dolores G. Torres
Historiadora de Arte


Para la generación de artistas e intelectuales que comienzan su carrera a partir de 1985, no resultaron válidas las preocupaciones asociadas con la pureza de estilo y con la estética tradicional. En Nicaragua, desde la década de 1990, se desarrolla un arte activista cuyas bases teóricas están fundamentadas en una serie de prácticas críticas entre el objeto de arte y su audiencia, al cuestionar la excesiva comercialización y denunciar grandes problemas no resueltos como las reivindicaciones de la mujer, la identidad étnica y racial, el abuso de poder, el sida y las cuestiones relativas a los grupos subalternos, entre otros muchos. El grupo Artefacto, desde 1992, fue el colectivo que lideró el arte activista de los 90 con su disidencia crítica, orientada a una estética de compromiso, opuesta al arte político de los 70, tratando de involucrar a un espectador activo y transgresor.

Bajo este mismo espíritu, Estrago organiza en abril del año 2008 la Exposición 100 contra la derogación del aborto terapéutico (artículo 165) cuyas consecuencias dejaron como saldo cifras de mortalidad alarmantes, pues según los datos de entonces, más de cien mujeres murieron a causa de una ley represiva. Un arte activista que agrupó a artistas de diferentes partes del mundo (Centroamérica y el Caribe, Estados Unidos, Europa y China), todos ellos de la más diversa trayectoria, quienes dejaron constancia de su protesta e inconformidad. Dos años más tarde, inaugurándose este 5 de noviembre del 2010 a las 7 pm en CISAS (Bolonia), este mismo colectivo vuelve a poner el dedo en la llaga con la exposición “DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ. TURISMO SEXUAL en Centroamérica”, para dejar clara su protesta contra el abuso sexual, y sensibilizar a la sociedad y a las instituciones sobre un problema silenciado durante mucho tiempo.

Dentro de la pluralidad de lenguajes presentes en esta exposición, trabajos fotográficos, assemblages, instalaciones, pintura, dibujo y grabado destacan obras muy contundentes en su manera de privilegiar un contenido ético y didáctico sin descuidar lo estético. Benvenuto Chavajay nos presenta una pieza con un mensaje demoledor contra la pederastia y los abusos del poder eclesiástico, mediante una serie de niños diminutos, mini-esculturas de barro, que salen huyendo de las páginas del Evangelio. Eric Van Hove y Rossana Lacayo recurren a la fotografía y de manera diferente abordan el tema de la niñez abusada recurriendo a dos hermosas metáforas: el primero con la foto de “Niña y pájaro” y la segunda con “Niña de la calle y carro amarillo”. En ambas, la soledad, la indefensión y el abandono forman parte del acontecer cotidiano, y ambas hacen presente la vida en el arte.

Dentro de los medios tradicionales, la obra de Aparicio Arthola, “Pintura desenfocada”, muestra con áspero realismo expresionista el fantasma del miedo y su reflejo en los rostros aterrorizados de dos criaturas. Sin embargo, David Ocón recurre al montaje y a la impresión digital en “Sombras de eclipse lunar” y cuelga de una percha los referentes al abuso sexual: la silueta de una niña bajo la luna cambiante con una muñeca en el suelo, símbolo de una infancia perdida, y un “brassiere” donde se repite el mismo motivo. Mariela Richmond, por el contrario, utiliza en su políptico el lenguaje de los comics para representar, en forma atemperada, la violencia llevada a los límites extremos. En “Rainbow Juice Fun” (Arcoiris), Lisa Li-Lasha utiliza estrategias visuales derivadas de la publicidad y de los anuncios con la finalidad de lograr que el mensaje llegue de manera más directa al espectador, pues la tortuga con cabeza fálica y piernas humanas representa el avance inminente del abuso frente a una niñez desprotegida.

Estamos, en suma, ante una mirada múltiple de la realidad llevada a cabo por parte del artista activista que asume un rol testimonial y activo frente a las contradicciones y conflictos generados por el sistema, enfrentando las estructuras de poder y buscando espacios alternativos para que el espectador pase a ser un lector activo de mensajes y no un contemplador pasivo del espectáculo artístico.